sábado, 22 de noviembre de 2008





Siempre he tenido facilidad para tocar instrumentos musicales. Cuando tenía seis años, mi madre me compró una bandurria y aprendí a tocar de oído La Vaca Lechera, después, Los Sitios de Zaragoza. Esto me proporcionó cierta soltura con las jotas, y la música popular italiana; Torna Sorrento, OH,Sole mio, etc.

Años más tarde me compré una guitarra y practiqué música de Gardel, un popurrí de tangos sin ninguna regla de solfeo, cada nota que aprendía por mí mismo era un descorche de felicidad, la impagable sensación del descubrimiento casual, mis dedos atinaban a la primera cuando buscaba el traste de la guitarra. Después, con el teclado, la locura; Blues, Jazz, boleros. Pero sobre todo, canciones italianas.


Jimmi Fontana me proporcinó con su balada, Il Mondo, material suficiente para dar la tabarra a todo aquél que no tuviera dioptrías en el oído y, Nicola Di Bari, con - Chitarra suona più piano, excusa suficiente para quedarme sólo, huían conmovidos por mi virtuosísmo melódico y yo degustaba aquellos mómentos desérticos de gente, pensando que la música y yo, estábamos hechos el uno para el otro.

1 comentario:

Anónimo dijo...

Nicola Di Bari, el narigón más romántico de los 70, de voz ronca y rara. Pura nostalgia. Cuentan que "guitarra suena más bajo" la compuso a partir de la imposibilidad de tocar alto para no despertar a una chica. Eso dicen. Jimmy Fontana, ¿Qué será?. El mundo sigue girando, girando erizado por nuevos romanticismos pero el de esos dos maravillosos italianos de ninguna manera están trasnochados.

Cora.

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