sábado, 31 de octubre de 2009

Aire mío, aire tuyo, Aire nuestro.









La novela, Aire Nuestro, de Manuel Vilas, es lo mejor que he leído, y lo mejor que leeré jamás, Manuelito de mi alma, compañerito de Zetas, esa es mi conclusión contante y sonante, mira que es buena esa novela, qué momentos más grandes de lectura, qué maravilla, esa novela es un nuevo paradigma en la prosa contemporánea , es alucinante, es una nueva forma de contar, es la revolución definitiva. No me gusta hablar de libros, todo dios habla de libros. Yo los leo, y punto. Paso de jugar a ser crítico literario, me aburren todos esos blogs que desmenuzan el contenido de un libro y, Aire Nuestro no va a ser una excepción. No pienso decir nada acerca de lo mucho que encierra y destapa, de lo mucho que divierte y advierte, nada, el que quiera saber que lo compre si quiere asombrarse, enternecerse, descojonarse, regodearse, elevarse, liberarse, hechizarse, cautivarse, perfeccionarse, armonizarse, y desoxidarse. Manuel Vilas, ya era mi mito por la brillantez de sus parodias poéticas, por su humor socarrón, por su envidiable inteligencia, por su belleza física, por su uno ochenta y cinco de estatura, por su gran parecido con Derek, por su elegancia, sus abdominales, y por su pelo a lo David Bisbal, pero ahora, ¡la madre que lo parió!, me ha deslumbrado con su coco. Manuela Vilas es la Coco Chanel de las letras españolas, la que vaginiza un modo de decir, un modus de contar, una moda que impuso con Magia y Zeta, continuó con España y culmina con Aire Nuestro; una moda que no pasa de moda. El mismo corte, los mismos quiebros, las mismas paranoias, los mismos iconos y escenarios que por su reiteración deberían aburrir, pero ¡quiá!, de eso nada, te hace reflexionar, te hace tocarte los genitales, y te hace estar todo el rato, ja ja, ja ja, ja ja, y venga ja ja; una trilogía de ja jas en cada capítulo, una superación de los límites del ja ja hasta rozar el síncope. El tono de Vilas, el tono, ahí está el secreto, en el tono, en que ese tono es mucho tono.

domingo, 25 de octubre de 2009

Soy un cerdo




Nací, cerdo. Sí señores, nací y fui criado para que de mi, se aprovechase todo, podía haber nacido, cordero, o vaca, o pollo, o conejo, o avestruz, o pato, ser humano, o cualquier otra especie de las miles y miles que pueblan el planeta, pero no, uno nace como nace y a mi me tocó nacer cerdo, un cerdo un poco perro, sí, pero cerdo de morro a rabo.

Es un misterio sin resolver por qué llegas a la vida con una determinada forma, una multiplicidad de factores enigmáticos conforman tu aspecto cuando adquieres la condición de, Ser. Ese enigma sólo Dios podría descifrarlo, pero como soy un cerdo, no me ha sido dada la capacidad de hacerme ese tipo preguntas, las que me hago son debidas a la paranoia de quien hace que me exprese como un humano, pues para él, soy importantísimo.

La vida de un cerdo es simple; comer, dormir y evacuar purines. Como vivo en una granja ni siquiera puedo disfrutar del placer sexual, debido a que el método reproductivo es por rigurosa inseminación, o sea que no pierdo el tiempo en enamorarme de ninguna cerda, ¿para qué?, no puedo follar, estoy capado desde que era un lechón para que mi carne pierda olor a berraco, para evitar tentativas de rebelión como la que inventó George Orwell en Animal Farm, y para que mis jamones y salchichones sean más suaves y jugosos.

No me quejo, ahora soy regordete, sucio, tosco, y mal fachado, pero cuando adquiera el peso y la edad adecuada seguiré mi destino, que es, ser un manjar. Convertirme en sabrosos chorizos, saciadoras morcillas, tiernos salamis, y finísimas lonchas de exquisito pernil, saciando sentidos, engatusando olfatos, agitando gustos, deslumbrando vistas y pringando tactos. No puedo evitar sentir cierta ternura por la boca que me va a comer, orgullo de ser blanco de su gula, sentirme objetivo de su placer, estrella de sus piropos.

Tú, ¿qué eres?, soy un cerdo, y he sido creado para estimular tu glándula pituitaria y hacerte creer en los milagros, para reencarnarme en ti, para consolar tus angustias y vacíos, para aminorar tus cóleras, contribuir a tu bienestar, tanto si me comes como si me zampas. Una vez muerto, mi entrega es total, me gusta gustarte, que goces de mi inocencia, una salchicha, dos salchichas, tres salchichas, un torrezno, dos torreznos, tres torreznos, soy tu puerco, ábreme en canal, deshuésame a tus anchas, házme pedazos, come, cómeme hasta que vomites, no tengo miedo, pícame con perejil y ajo, con pimienta y orégano, con cebolla y pimentón, me abandono a ti, me acomodo a tus dientes, mastícame despacio o te sentaré mal, ten cuidado, te puedo llevar a la cima del placer, al disfrute celestial, a que tu diástole y sístole interpreten la tercera sintonía de Beethoben, pero la naturaleza es vengativa y por eso me ha hecho de puro colesterol, te puedo sumir en el definitivo sopor, en el sueño total, en el eclipse eterno.

sábado, 10 de octubre de 2009

No me vengas con tontadas

Tengo una amiga que quiere montar una tienda de ropa muy fashion. Me pide ayuda, orientación, consejos, colaboración. Ella es joven, exuberante, guapa, simpática, trabajadora, fanática de la moda, cae muy bien, está llena de entusiasmo, ha aprendido a diseñar, a patronar y a coser, y está dispuesta a hacer cosas hermosas. Quedamos a tomar algo, y empieza a explicarme, -mira Pepe, quiero hacer prendas, originales, y novedosas, y perturbadoras, y espectaculares, y apasionadas, y enigmáticas, y sencillas, y complicadas, y luminosas, y apabullantes, y asombrosas, y azarosas, y visionarias, y encantadoras, y sólidas, y vaporosas, y románticas, y malditas, y útiles e inútiles, y con clase, y ridículas, y frías, y cálidas, y tontas, y geniales, y teatrales, y naturales, y perfectas y monstruosas, y piadosas, y blasfemas, y vomitivas, y urbanas, y alucinantes, y duraderas, y efímeras, y elitistas, y populares, y suaves, y elegantes, y horteras, y poéticas, y espontáneas, y reflexivas, y prácticas, y mágicas, y ambiguas, y auténticas, y falsas, y extraordinarias, y toscas, y divinas, y jóvenes, y sobrias, y prudentes, y desorbitadas, y divertidas, y contenidas, y rebosantes, y prodigiosas, y misteriosas, y descocadas, y virtuosas, y chocantes, y adictivas, y tentadoras, y caprichosas- , - ¿me pillas?-, me dice, -creo que sí-, le digo, -y ¿ que nombre le pondrías tú a la tienda?- , me dice, -No Me Vengas Con Tontadas-, le digo, -hombre, Pepe, muchas gracias-, me dice, -no, no, que te lo digo en serio-, le digo, -No Me Vengas Con Tontadas, es un gran nombre para tu tienda, piénsalo-, le digo. Se me queda mirando y hace un encantador mohín de balanceo con los labios. Silencio durante un largo minuto, se desliza por la silla hasta casi sentar los riñones, creo que intentando imaginar ese rótulo sobre la marquesina de su tienda. Se incorpora y, por fín me dice: -pues es chocante, sí-, -y espontáneo, y rebosante, y natural, y divertido, y..., y..., y...,y..., y..., y... -, le digo.

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