sábado, 26 de septiembre de 2009

Qué fuerte, qué pasada

Que llevo muchos días sin cambiar de post y ya está bien.

Voy a hablar de pintura, de pintura negra, de pintura negra aplicada a las puertas blancas de un balcón, del balcón de un tercer piso, de un tercer piso sin ascensor, donde está nuestra Casa de
Zitas. Ese balcón es un acantilado mudo desde el que se pueden ver los rompientes, los rompientes son perros, allá abajo, perros y perros que rompen sus meadas contra las esquinas, meadas bucólicas cuando el atardecer entorna sus pupilas con delicadeza.

Ahora el hermano balcón está contento, oye voces y, las paralelas de metal son como un poema de Whitman, porque ya hay gente que se asoma por sus viejos barrotes de hierro fundido, dentro hay gente, gente que canturrea, y ríe, gente que pinta y canta.


"Voces prohibidas me recorren,
voces de sexo y lujuria,
veladas voces cuyo velo aparto,
voces indecentes por mí purificadas
y transfiguradas.
"

Yo, mientras, le doy al rodillo sobre el viejo
gotelé y lo convierto en lágrimas negras del El Cigala como si Antonio Machín desde el más allá me ordenara recomponer otra versión de Angelitos Negros.

Unos pintan de blanco monástico, de rosa empollón,
de gris escalinata, y de rojo putón.
Yo, pinto de negro, de negro zumbón,
de negro azabache, de negro terror,
de negro de viuda, de negro chillón.

Voy a copiar una pared que he visto en El Cultural, - sobre un fondo negro, arden mensajes rojos-, es un montaje de Tsang Kin Wash que me impresiona. Se me está ocurriendo hacer una barraca de feria en una de las habitaciones, poner palabras que no nos gusten y derribarlas a perdigonazo limpio, hay muchas palabras que odio, por ejemplo, "ideal", o "completamente", o frases cortas como "qué fuerte", o qué pasada". ¿Se imaginan a alguien decir: "que fuerte, eso es completamente ideal, qué pasada? ". Pues hay mucha gente que lo dice, ¡que fuerte!. También se me está ocurriendo hacer tortillas, la tortilla Z, la teletortilla; convocaremos zitas para oír a alguien disertar acerca de algo, pero a los asistentes les daremos tortilla, y podrán disparar perdigones sobre palabras asquerosas. El caso es que estoy empleando un bote de pintura negra comprado en un chino, que no es Titanlux, ni Valentine, ni ninguna marca conocida. Queda un negro, mate caldoso, un barrizal pantanoso que no termina de secar, es como un maquillaje de teatro. En los años 60, como había pocos negros en España, los actores se pintaban la piel, el rey Baltasar se pintaba la piel. Ahora ya no hace falta, tenemos conciudadanos africanos con una gama de negros infinita. Tampoco me gusta la palabra "infinito", a la barraca con ella. En otra habitación pondremos un gabinete de tatuaje, el tatoo room. Sí, tenemos que financiarnos como sea. Y tatuaremos poemas de Luis Antonio de Villena como éste:


"Que la emoción arda en el discurso,
y la llama remede el deseo de un cuerpo.
Poseer un espíritu de fuego. Y amar
la rosa por el dios que contiene"


"Amar la rosa por el dios que contiene", qué fuerte, qué pasada, qué ideal.






jueves, 10 de septiembre de 2009

Separación tecnoutópica








Tengo que decirte algo.

Ah.

Bien.

Qué.

Que ya no te quiero.

Cómo es eso, ayer me querías, estabas loco por mi.

Es que he leído a Paul Valery.

Y qué.

Que Paul Valery escribió que el futuro ya no es lo que era.

Eso es una visión tecnoutópica, que sepas que yo me enamoré de tí,

gracias también a ótra frase de Paul Valery.

No jodas.

Si, como lo oyes.

Y qué frase era esa.

Una mujer sola, siempre está en mala compañía.

Brillante, ese Paul.

Sí.

A ver si lo entiendo, hoy es el futuro de ayer.

Sí.

Y no es como que tú pensabas que iba a ser.

No.

Cómo iba a ser.

Como todos los futuros, no sé.

Y cómo es un futuro.

Abarrotado.

Pero si estamos solos.

Pues eso.

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