miércoles, 27 de abril de 2011

Bailar por escrito

Tengo un amigo, el extraordinario escritor, Manuel Vilas, que en la dedicatoria de su libro, Aire Nuestro, me nombraba, "coronel del aire". Él, que es frecuentador habitual del purgatorio entenderá que cambie el cargo por el de, coronel del limbo. Estar en el limbo te mejora el carácter, te lija el tedio, te modera todo tipo de hambres y, te prepara para que te ocurran grandes cosas sobre todo si has conseguido entrar en él con el salvoconducto de tres brugales con cocacola. En Zaragoza hay un limbo maravilloso, una sala oscura y afrodisíaca, que a las dos de la madrugada se llena de gente que ha decidido dejar de bostezar con los dientes apretaos y, acude allí para mover el esqueleto al rítmo invertebrado de la música celta.‎ Ese lugar se llama, El Crápula, o Crápula a secas, no sé. El caso es que puedo recordar el terso cuello de, Lourdes Polo, que se encaprichó de mi pañuelo, y os aseguro que luciendo ese foulard y bailando, tenía tanta gracia y distinción como Ava Gadner en, La Princesa Descalza. Anoche bailé con ella y aunque no lo hice mal del todo, me propuse volver a hacerlo, pero por escrito‎... Por escrito, muevo mejor los pies, mi sonrisa es más sensual, mi deshinibición resulta total, y me puedo quitar veinte años de encima sin pactar con el diablo. ¡Joder!, Hay pocas mujeres tan sinceras como ella, la pienso llamar cada vez que necesite un ejemplo de sencillez halógena. Su proximidad resulta tan electrizante, que sólo un ingeniero de Endesa saldría ileso de sus estimulantes descargas. A lo que voy; aunque Lourdes se queja de la ausencia de marcha en el día a día de su vida, en una pequeña población, por contra, estoy seguro de que sus vecinos, al verla correr sus mediomaratones, estarán encantados de tenerla con ellos, tanto en sus cuesta arribas, como en sus cuesta abajos.

miércoles, 20 de abril de 2011

Contra gustos...

Me gusta cuando hablas porque no entiendo nada,
y esa desenvoltura me entra por el umbral de la garganta,  
y alumbra la vida secreta de mis toses.
También me gustan las rayas azules y blancas del espejo de tu recibidor,
y que tu padre haya sido policía, y esas ronchas que te salen al rascarte,
y que tu perra y mi chucho armen un pollo con las correas,
fíjate tú, que gustos.
Mear en tu bar, me gusta, y el dibujo crispado de tu frente
cuando florece en tu móvil un mensaje maniático,
la huella de tu culo en la silla, cuanto te levantas,
que bailes con música de los 80,
y el barquito de papel en donde hacemos un crucero canino por el canal de aguas estancadas.
Todo eso me gusta, mi preciosa pelirroja.



Pero lo que más me gusta,
es ver que aunque el universo entero se derrumbe a tu alrededor,
haces siempre siempre lo que te sale del coño.





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lunes, 18 de abril de 2011

La mancha de una mora...




Al bueno de Sabina, al poco de escribir que se tarda 19 días y 500 noches en olvidar un amor le sobrevino un íctus isquémico, afortunadamente leve. Yo llevo 19 días, 19 noches y, ya me noto el cerebro cuajado de juanetes de tanto maquinar. No se me suelta el cable de la risa ni pa´dios, pero gracias a estas dos amigas de belleza laxante, estoy haciendo grandes progresos para desatascar.
La morena, me consuela diciendo, "no te preocupes, encanto, con el atractivo que tienes sería injusto que las mujeres sólo se fijaran en tu cuenta corriente y en la facilidad con que les puedes renovar el guardarropa".

La pelirroja de nuevo cuño, sin embargo, me anima con ejemplos más variados y estimulantes. Anoche, sin ir más lejos, con los últimos redobles del Domingo de Ramos me dijo: " vamos, monterico, anímate, las mujeres más lindas del geriátrico aún están a tu alcance. A mí misma el año pasado, me llevó al huerto un tipo de 200 kilos, y del tamaño de un parásito de sarna".








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miércoles, 13 de abril de 2011

Para Irene

Cuando entro en su bar, se ralentizan mis pasos hasta llegar a la barra. Nada más verla, se forman remolinos de feromonas procedentes de detrás de su delantal, que atascan mi sistema respiratorio. Cuando me ve, se gira y me lanza una sonrisa, libre, socarrona y sabrosa de aliño que embiste mi cara, llenándola de farolillos burlones, y abolladuras, en la chapa de mis gestos.



Suele ser tarde, el bar se cierra a las 12 de la noche y yo, voy con media hora de tiempo y un sinfín de demonios en el colmillo retorcido. Lamentablemente, sólo es una buena amiga, porque ella pone límites y espigones de `namásqueeso´, monterito, en su
sagrado corazón. Pero es inevitable que el polen turquesa de sus ojos, vuele y haga trizas mi carótida izquierda irremediablemente acostumbrada a no cruzar el semáforo en rojo.


Estos días, me hace un sitio en el diván de su amistad, salimos a cenar y apuntala con su catarata verbal el desmoronamiento irreal de mis obsesiones. El viento silba detrás de la ventana, hace una noche perruna, pero seguro que en estos momentos sube andando desde la calle Heroísmo, hasta el final de Torrero. Querida Irene, no sabes cuánto disfruto viéndote comer navajas a la plancha y chuletón, mientras te rumio.




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