lunes, 31 de diciembre de 2007

Poco biombo

Esta noche, después de las uvas, haré café aprovechando el agua de mis lágrimas del post ante-anterior. Será el momento de humedecer la dura costra de mis pecados, con eso, con el vaho del cotillón, el tacto y el destile de alguna braga chipiada y resbaladiza cocinaré un gazpacho para mojar los churros de las seis de la madrugada; esa hora en la que las axílas han dejado de oler a Dolce Gabbana y las vejigas están llenas de metralla tóxica de la mejor calidad; ha habido fantásticas cenas, buenos cavas y los mejores whiskises.

Dentro de mi todavía imberbe corazón hay una incontinencia a la resignación y no me resigno aún a tapar las nostalgias con yeso. Parezco un tipo duro y frío porque a veces el rictus de mi jeta se parece al de Félix Romeo, cuando en realidad estoy muy virgen en indiferencias, (ésto lo podría atestiguar cualquier ginecólogo) y si no me saluda un conocido a cien metros lo tomo como una afrenta y se me amarga el vocabulario para una semana. Como digo, esta noche después de las uvas, y cuando se llene la memoria de mi móvil con un millón de mensajitos estereotipados podéis buscarme, (estaré por ahí, en cualquier sitio que haya hembras que llamen la atención),venir a tomar conmigo ese café lagrimeo y si así lo deseáis, quedaros a tomar un trago o a mojar churros en la densidad emocional de mi gazpacho.

Os deseo un año chiflado sin muchas pretensiones, mucha expresividad de quienes os rodean, mucho bombo y poco biombo.

jueves, 27 de diciembre de 2007

Vaticinio

Me gritó algo.
Creo que era, puta, ¡sí, sí, era eso
lo sé porque lo repitió cincuenta veces
por lo menos.

Y de vez en cuando añadía un vaticinio al adjetivo:
- ¡Te voy a matar!.
Uno de sus arrebatos
pensé yo mientras sentía navegar
sus manos tiernamente
alrededor de mi cuello.

Luego, siguió diciendo puta, y puta, y puta
cada vez más tenue, más tenue, más tenue.

Todo eso lo recuerdo vagamente
mientras los peces
mordisquean
perezosamente
mis cenizas.
flotantes.

sábado, 22 de diciembre de 2007

Carílda Oliver



Tengo ganas de llorar.
No ha podido ser.
Me hubiera gustado mucho,
que digo mucho, muchísimo
agitar botellas de cava
y mear con burbujas
de San Sadurní de Noya
a todo dios
y responder a las entrevistadoras de televisión
en qué iba a emplear toda esa pasta.
Ya lo tenía pensado;
el día mas corto del año
con toda esa viruta
estaría llegando a La Habana,
con un gran escultor.
El mejor escultor del mundo,
para hacerle una estatua a Carílda Oliver
que tiene el pelo rubio
y de noche se le riza.
Ella termina sus poemas diciendo que es feliz
y sin embargo, "qué ganas de llorar",
como yo, que estoy aguachinando mis hermosos ojos
por culpa de éste nudo en la garganta.
No va a haber escultura para Carílda Oliver
ni voy a menear botellas de champán,
ni responder a esas preciosas entrevistadoras,
ni podré alargar el día más corto del año
empalmando horarios transoceánicos.
Estoy sano, soy feliz, llevo quinientos euros en el bolsillo, es sábado,
"y sin embargo, qué ganas de llorar".

jueves, 20 de diciembre de 2007

Folletín gitano. POR BULERIAS



Quien me conoce, sabe de mi afición por todo lo andaluz; por las tonadilleras, por el flamenco, por las sevillanas, por las gallegas, por las inglesas, por las griegas e italianas, por las aragonesas, por las rusas y por las vascas sin importarme mucho el orden en que aparezcan.

Me atraen los cantes a la guitarra y soy capaz de intervenir con cierta brillantez en alguna tertulia en la que se hable de Pepe Marchena, Fernanda de Utrera, La Chana, Camarón o Rancapino. Por lo tanto nada me divierte más que un cante por bulerías o un poquito por tangos y seguiriyas.

El ambiente de los tablaos rehace milagrosamente el ímpetu perdido durante el día con la embolia del trabajo o la asfixia de alguna angustia vital. Pero... se supone que voy a abordar un relato erótico, ¿no?.

Pues bien, una madrugada en cierto tablao de Marbella, conocí a una chica espigada y morena, era casi una adolescente, me dijo que tenía veinte años pero aparentaba alguno menos. Ella había estado bailando por sevillanas con una amiga y yo no le quitaba ojo desde la barra. Movía las manos como Pastora Imperio y su cuerpo podría haber sido elegido por Miguel Ángel como modelo para esculpir a una diosa de la fertilidad.

-Niña, ¿bailamos?, me apetece suicidarme ésta noche y esos brazos, matan. Sonrió y dijo:

-No sé, no sé, hay luna llena y tus colmillos dan la impresión de estar sedientos de sangre, pero puedes sentarte con nosotras, luego bailamos que ahora estoy muertita de la sed.

Hay cosas que se perciben enseguida y no tardé mucho en llegar a la conclusión de que esa niña con su vestidito de pocajontas cortísimo, ceñidísimo y escotadísimo debía ser una de esas putillas con aspecto de amateur que María, la dueña del garito ponía de cebo para satisfacer la líbido de los muchos millonarios del ladrillo que pasaban por allí.

-Venga, ésta sevillana, me gusta, dijo cogiéndome la mano al levantarse para salir a la pista. El cantaor había empezado a cantar una de Chiquetete, “A la puerta de toledo, mare, le tengo miedo”.

-Yo si que estoy empezando a cogerte miedo, mi arma, le dije.

-¡Cobarde!, me dijo sonriendo.

Media hora más tarde, llegó un tipo gordo bastante mayor con un montón de gente y de forma estentórea empezó a decirle al camarero que no faltara en las mesas champán para todo el mundo porque celebraba no sé qué firma del ayuntamiento para construir una urbanización, y fijándose en las chicas que estaban conmigo nos invitó a sentarnos con ellos.

Ahora estaba seguro, ellas parecían conocerlo muy bien. Seguramente estaban acostumbradas a que les tocara ese tipo de premios gordos. El caso es que la nausea que me producía aquél mafioso era inversamente proporcional a las, podríamos decir, inmorales carantoñas que le dispensaban mis nuevas amigas y otras cuatro o cinco jovencísimas muchachas que él había traído. Se le sentaban en la hernia, tapizada con una tonelada de sebo del vientre moviendo el culo junto a su ingle de puerco.

-Yo me voy, le dije a la morena.

-Tú, te quedas, me dijo ella, sacando la punta de su lengua.

-¿No te querías suicidar?.

Próximamente, 2º capítulo: En la mansión del cerdo.



lunes, 17 de diciembre de 2007

Íntimo

-----
Hay un no sé qué en la bruma, -
un canto de cisne, quizás, -
quizás
no, -
quizás -
un coñonazo -
-
-
Suena el tetófono o tectófono. -
Un escote blindado se avecina -
con un nuevo punto de vista -
y aún no se ha recibido la orden -
de atacarenelparquejurásico. -
-
Llega la infantería íntima.
No me dejaré intimidar por la intimidad -
-
¡Intimemos! -

Y descubro con estupor que el cisne no canta;

¡Grazna!

--

Cuando el grajo vuela bajo
hace un frío del carajo
y s i v u e l a a t r o m p i c o n e s

-----------------se
-----------------le
-----------------hielan los ????????. . . graznidos.

Y así pasan los años y yo desesperando, y tú,
tu, contestando
que hay quizás un canto de cisne en la bruma.

Quizás.

jueves, 13 de diciembre de 2007

A bocas


Vamos a no hablar de parecidos .
A mi me da igual Scarlett Johanson
que Uma Thurman que Carmen Aliaga.
Me he metido en el baño
con fotos de las tres
y he de decir que no soy manco.
Desde los trece más que menos
se me han dado bien las aficiones
dactilares y juego al penisball de buena fe,
de forma fluida y graduada
hasta alcanzar la velocidad de la luz,
hasta alcanzar la velocidad del pensamiento,
hasta alcanzar la velocidad de lo inalcanzable.
El momento más feliz de la vida de un hombre
es cuando corre y corre y corre a so-correrse
con tres rubias inaccesibles impresas
en el pensamiento
y no piensa en nada, ni en el desorden del planeta, ni en la gloria de Dios, ni en la hermosa connivencia con la esperanza de que te perdonen tus hijos por haberlos traído al mundo.

En éste recinto sanitario
poblado de ausencias
se desdibujan los labios carnosos de Scarlett Johanson,
se desconsagra el climatérico escote de Uma Thurman
y persiste la solemne admiración de mi pulgar
por la boca de Carmen Aliaga.

martes, 11 de diciembre de 2007

Hay un cierzo hoy en Zeta, que te cagas

He leído en un sitio que yo me sé, lo siguiente:

"Te mando un abrazo para decirte que...", (no viene al caso lo que le dice) no sé qué, no sé cuantas, dice,

es igual.

El caso es que ese tipo de descomposiciones gramaticales salen muchas veces al tiempo que el impulso de abrazar. Seguramente lo que quería decir es:

-me gustaría abrazarte pero como no puedo, deja que mis palabras te abracen,

o,

-te mando un brazo que te diga y unas palabras que te abracen,

o,

-de las zarzas de mis brazos crece un capullo y te quiere hablar,

(ésto, no creo porque la chica odia los poemas cursis)

Bueno, el caso es que, chico, quiere abrazar y decir, a chica, sin tener en cuenta lo torpes que

somo los tíos para hacer dos cosas a la vez.

jueves, 6 de diciembre de 2007

¡Sufre, mamón!

Estoy sufriendo lo que no está escrito.
Eso me produce desperfectos en lo blanco del ojo
y veo libélulas con escafandra, preñadas de vida
al otro lado de un clic a las ten o'clock de mi pantalla.

Estoy intentando atrapar una, una libélula, digo.
Es una anisóptera de ademanes suaves y cabeza girostática
que vamos a llamarla A.
Siempre que la veo tiene la cabeza girada o pre-girada
hacia algún moscón mutante que escribe poesía y titila a su alrededor
porque ella es una gran ponedora de huevos.
Cascas un huevo y sale una metáfora, cascas otro y aparece
la fresca yema del pene de dios en toda su completitud,
cascas el tercero y aparece un pastel...de manzana.

Es una experta en metamorfosis, cosa que yo denosto
con la típica facilidad de los odiadores de Kafka.
A mí, Kafka, me la casca.
Yo siempre he preferido a Faulkner
por eso sufro, me deterioro, me ofusco
y me pierdo la suprema belleza de su claridad.
Seamos claros
TODO POETA SE EXCITA CON SUS PROPIAS LECTURAS
y se la coge con papel hablando de la luz y del silencio,
que si la luz del silencio que si el silencio de la luz.
¡Bah!, hipocresías, imposturas, autofascinación insaciable.

¿Que porqué sufro tanto?, pues sufro dentro de mi patética existencia
por no tener un radar como todos esos moscones mutantes
que me indique donde hay peces folladores.
-¡Que te folle un pez, me dicen,
-¡que te la pique un pollo!
y todo porque escribo arácnidos poemas innecesarios en mi blog
desde el sanatorio de Thomas Mann.
Pronto escribiré desde un tanatorio en Venecia
y recibiré muchas visitas de hermosas libélulas jóvenes, deslumbrantes y fotogénicas
con walkman, mp3 y mp4 oyendo a Sarasate
que se abrazarán a mi cuerpo ausente
e ignorarán mi alma presente, para poner la foto en blanco y negro
en un jodido blog.
Ésta vida frenética que llevamos
nos encierra a las ten O'clock en blogs atestados de libélulos.
Son buenos los cabrones, y deletrean cojonudamente las frases laudatorias
al visitarse entre ellos: yo te visito, tú me visitas
y si no me visitas ¡que te jodan!.
Yo también visito para que me visiten
y alaben mi gran inteligencia, mi indiscutible modestia,
mi desarrollo hormonal, mis buenos sentimientos, etc,
pero sufro y tengo que releer a Freud, a Dean Young, a Manuel Vilas,
a Mariano Ibeas, a Sagrario Manrique, a Fernando Sarriá, a Montero Glez,
porque ellos, son muy pulcros
y yo me lavo un poco las axilas y las ingles con avecrem
por si atrapo a esa condenada libélula que llamaremos A,
sincerándose con sus pezones y frotando las patitas.

marica el que lo lea

"Es el mundo de dioses cayendo por tu boca

mientras comes la tortilla.

Las lágrimas saltan,

las sopas se levantan

sin delatar adulterios ni naufragios

ni alguna que otra sirena

que conozco del mercado, amor femenino."

Sagrario Manrique.


La poesía de Sagrario, forma y deforma, habla y escupe,
viola y vuela sobre mi manicomio soltando pedradas de ternura.

Habrá que inundarse

con la arena de sus ojos

pensar que es una suerte

haberle conocido.

Esas mariposas

que esconden su sollozo

han escrito nerviosas

lo que su boca no cuenta.

Fumas demasiado

piensa el muy bajito.

Te has cortado al afeitarte

contesta el otro pensamiento

hacia su cara.

Déjame que te toque

todavía sangras

y una mano precipitada

extiende un libro,

un estanque para ambos.

Ven,

deja el tormento fuera

olvida todo

mata las saetas del reloj

mata lo que ata

mata a los hijos

las paredes agrietadas

la cama insomne.

Derrumba las tapias

de esta tristeza enhiesta.

Alguna migaja de caricia

alguna convulsión de cariño

quedará para ellos.

Escribamos pues

el uno para el otro.

Yo lo haré con peces

azules y plateados.

¿Y tu a mi?.

Bien,

del color de la salamandra.

¿Que se saca con quererlos?.


Sagrario Manrique.

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paquétecuento from 11 mar 2008


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