Había que cambiar la hora.
Las tres en lugar de las dos, pero sin llamar la atención,
sin ruidos y sin hacerla de menos.
Despacio, minuto a minuto, fui girando la ruleta mientras
le susurraba frases de ánimo.
-¿Qué bien, eh?, te vas a escabullir de un montón de responsabilidades.
-Anda que no van a suceder desgracias en esta hora que se te quita,
que se las va a cargar las tres.
En esos instantes ya había situado la saeta grande en las dos y media
y seguía girando lentamente para hacerle el menor daño posible
-Lo siento pero es que hay que ahorrar en iluminación, ¡ya!, ya falta poco, ¿a que no duele?.
Las tres menos diez, las tres menos cinco, las tres menos tres, las tres menos una, ¡dios!, tres menos una son dos.
Estuve a punto de arrepentirme y para colmo se empezó a oír en el local la voz de El Cigala , "y aunque tú me has eschao´en el abandono."
Cuando fijé con triste decisión las tres en el reloj, dos gotas de sudor, como lágrimas negras aparecieron en mi muñeca, tenía que lavarme las manos, me sentía sucio.
5 comentarios:
Pepe, por favor:
reúne todas éstas historias que cuelgas en el blog (y las que te dejarás en el cajón de Misdocumentos) y publícalas.
Yo seré muuuuy feliz.
las horas son así, pero el otro día descubrí un abuelo que nunca cambia la hora, acojonante, no la ha cambiado jamás, desde que tenía reloj, sigue sin menear las saetas, comiendo a la hora que el cuerpo le pide y cagando igualmente.
Eso es poderío, no tener gotas negras en la muñeca.
Sagrario Manrique.
eres un gran relata-historiador (relatador de historias...)
es fácil engancharse a tus personajes, dejarse sorprender por ti...
un abrazo
Gracias, Ana. Algún día puede que dedique mi vida a no desconfiar de mí. Soy todavía muy joven.
Estoy totalmente de acuerdo, Sagrario. Sabia vejez.
Me sonrojan tus reojos, Carmen.
Quién mejor que tú para apreciar mis trampantojos.
Amigo Pepe, si te sientes sucio, jabón Lagarto.
¿Te veremos el día 9?
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