jueves, 2 de abril de 2009

At the end of the corridor



P
ara salir a un escenario, o sentarse en la mesa de un auditorio, grande o pequeño y, presentar o hablar de algo, es necesario, yo diría que imprescindible, ya que se supone que estás vivo, no aparecer con el lenguaje enmohecido, ya habrá tiempo para que los gusanos se te coman la lengua a besos.

Lo digo porque hoy he estado en la presentación de un libro, y dos de los autores, mientras hablaban del magnífico diseño del continente y asombroso contenido, se han visto atacados por el monstruo del screaming, pero no era un screaming metalero, no. Eran sonidos casi guturales que se podrían escribir así: eeeh, huuum, aaah. Son expulsiones de aire repetidas, directamente desde la garganta que sirven para ganar tiempo, agitar el cerebro, y pensar durante uno o dos segundos lo que se va a decir.

Pero hace feo, muy feo. El tipo puede ser encantador, gran poeta, o magnifico novelista, pero al librar repetidamente esos tics con sordina, queda como el culo. Y no digamos si encima adopta una apostura bruñida de falsa sencillez, y digna naturalidad.

Yo, que había cogido el libro dispuesto a comprarlo, más que nada porque uno de los relatos es de un vampiro, dado a la Magia, a la Resurrección y, al Calor, y otro, de una autora, que ha puesto en venta, la mansión de Manderley, he sentido de repente un malestar extraño que me ha hecho remover en el asiento como un perro inquieto, he experimentado una sensación espesa, inicua, reliquiosa, (que no religiosa)en la piel.

De repente, esos, eeeh, huuum y, aaah, se me ha antojado que me producían una horrible infección en los oídos, en los ojos, en la boca, y que se me desprendían trozos de carne descompuesta de la cara, y toda mi hermosa cabeza quedaba en la osamenta.

Me tengo que ir, huir de aquí, antes de que sea demasiado tarde, soltar éste libro terrorífico, por lo menos que me de tiempo de ir a que me den los últimos sacramentos. ¡Piedad!. He exclamado para mis adentros. Sentía la boca muy seca, pero, ¿qué boca?, si ya no tenía boca.

He salido zumbando, con el miedo en los talones, dispuesto a renunciar al placer de leer los dos relatos de los escritores arriba sugeridos y, a pedir perdón por todos mis pecados.

Nada más salir, he dejado el libro en la mesita de promociones y, ¡oh, milagro!, he notado como los jirones faciales volvían a su sitio, sanos y salvos.



Epílogo expiatorio.

Veinticuatro horas después de los hechos relatados y, después de haber estado de rodillas dos horas frente a la capilla de San ¡Oh my god!, en la Basílica de Nuestra Señora del Pilar, siendo profundamente exorcizado por el capellán de guardia, (al que quiero agradecer que en un viernes de dolores haya accedido a hacerme un raspado de alma) he de decir, ya totalmente rehabilitado:

que he comprado el libro, AL FINAL DEL PASILLO,
que ya he leído varios relatos sin dejarme distraer por ningún tipo de ruido y, que fuera ya de toda coña, dichos relatos son estupendos ,
que tratan el tema del terror de manera pluriforme, calidoscópica e interesante,
que a pesar de constituir una amalgama de distintos temperamentos literarios, y por lo tanto, emplear distintas técnicas para abordar la narrativa del miedo, el libro, ya desde su portada es una gran aportación y, supone una nueva estancia, un hall espléndido al final del pasillo literario aragonés,
que merezco la hoguera por escribir la semificción, At the end of the corridor, (justamente ninguneada por, O)
que me siento una bestia negra por no haberme deshecho en los merecidos elogios que merece el impulsor de la obra,
que considerando la enorme influencia que tienen los comentarios de libros que hago en mi blog, entre los miles y miles de lectores, At the end of the corridor, ha podido retraer la compra de unos cuantos cientos de ejemplares.

Es por ello, que aceptaré cualquier tipo de demanda o reclamación por daños y perjuicios, acatando la penitencia del capellán de nuestro querido templo Mariano; "hijo mío, ahora tienes que expiar".

Ex-piado queda.

20 comentarios:

Anónimo dijo...

Eres cruel como los gusanos que se te comerán, "Al final del pasillo". Cruel y genial, genial y cabrón, cabrón y envidioso, envidioso y raro, raro y cautivador como la flor del mal.

La Bizca.

Javier López Clemente dijo...

Coño Pepe.

Yo estaba en la tercer fila.
El problema de los sonidos guturales es lo que viene detrás. Bien es cierto que su emisión, la de los sonidos, es representativa de lo que dices: duda, busqueda de segundos y argumentos, pero algunas veces, tras la guturalidad puede aparecer el ingenio.
Tambien son lo días, a uno de los guturadores yo lo he visto en otras plazas y con otras hechuras, hechuras de buen torero, ayer quizás, como estaba en casa, sintió la presión y no encotró el cacho dónde tirar de muleta, una herammienta que usas, querido Pepe, como un maestro.

Salu2 Córneos

pepe montero dijo...

Je,je. Agradezco y asumo todos esos adjetivos, Bizca. Se nota que con un ojo me miras bien y con otro mal, o sea, torcido, pero con el tercero me sublimas demasiado.

Anónimo dijo...

Pues ya siento que todo el esfuerzo que he puesto en sacar el libro pierda a los lectores por este tipo de cosas.
o.

pepe montero dijo...

Pues no te ví, Javier. El caso es que como es natural, compré el libro. Este post es una coña, una tocadita de cajón a contragolpe, un poco de terror-ísmo bloguero. ¿He dicho, cajón?, ahora no sé si quería decir cajón o cojón.

Saludos desc@jonados.

Javier López Clemente dijo...

jejeje
Ya cité por ahí arriba su maestria con la muleta, así que es natural que algunos toritos de dudosa bravura entremos al trapo jajajajaja.
Salu2 Córneos.

PD. Te he envíado un mail pero no estoy seguro de si te ha llegado. Tenemos que hablar.

pepe montero dijo...

Pues ya siento que lo veas de esa forma,O. Anoche cuando vine a casa y, a partir de esos sonidos dubitativos que en mayor o menos medida, todos tenemos, empecé a escribir queriendo hacer un relato de terror-humor.

A veces no se sabe si una crítica elogiosa produce más compradores que una reseña sarcástica.

Es lo que salió, sorry. Prometo hacer un escrito de terror-amor cuando haya leído todo el libro. Sólo he podido digerir el relato de Patrizia y el de M. Vilas y lo he pasado muy bien.



Saludos.

LUIS ROSER RODRIGUEZ dijo...

Hola PEPE, lo que acabo de ller me ha recordado algo paracido que me pasó hace poco, Fuí a la Fnac a un charla sobre cine en la que se hablaba del neo realismo italiano y al lado tenía un señor que le hacían un ruido las tripas....al principio apenas lo oía..o quizá no queía oirlo, pero no sé lo que aquel hombre llevaría en las tripas o que casa habría comido que al rato aquello comenzó a incomodarme.
Eran como rugidos, como si llevase una fiera dentro y lo mejor de todo era que parecía no darse cuenta de nada.
Pensé en cambiarme de sitio, pero aquello estaba tan lleno que no podía ni salir de enmedio de la fila.
Encima, el que daba la charla hablaba muy bajito y no funcionaban los micros, osea que aquello se oía mucho, de verdad.
Al final sufrí yo el síndrome de3 sentirme culpable de aquello, yo quería pararlo, pero era imposible, aquello iba en aumento.
Al final, no pude más y salí como pude de la sala.
Ya en la calle me dio el aire y pareció despejarme, memos mal...lo que no pude evitar es que se me escapasa un pedo...
Eso sí, un pedo con una gran carga intelectual.

Un saludo

Flor dijo...

Este verano vendi mi piso en quince dias, poniendo en la ventana un gran cartel que decia: NO LO COMPREN QUE NO LO QUIERO VENDER eres genial Pepe no se que te parecera que te lo diga. Flor Moreno

pepe montero dijo...

Pues sí, Luis. Tu anécdota no deja de tener un cierto parecido. Da que pensar la facilidad con la que el cerebro se distrae con la anécdota, e impide prestar atención a lo esencial. Por otra parte tengo que reconocer que soy un observador neurótico, me puede la estética del trapo, (a tí, la de la tripa) je, je, . Intentar hacer con cualquier retal un glamuroso vestido.

Un abrazo.

pepe montero dijo...

Qué me va a parecer, Flor. Pues entre que te atribuyan la responsabilidad de la posible -no venta- de un libro, a golpe de, poco meditada rabieta infantil y, el éxtasis de un piropo, he pasado de la depresión a la exaltación de mi ego. Buen truco ese, para vender. Yo, hace años que lo uso con las clientas de poca fe.

Un beso.

Anónimo dijo...

Pues que quieres que te diga. Opino que no tienes que hacer penitencia de nada. Por el contrario has creado de forma muy inteligente una gran curiosidad por el libro.

Octavio te debería estar agradecido pero bueno, allá él y sus entendederas.

Manuel Martínez Forega dijo...

¡Mecagüen la leche! El Pepe se ha salido por la secante y se ha colado por la tangente. En lo tocante a los ululatos de los meseros, yo creo que es un defecto pedagógico entre los muchos que sufre la enseñanza en este país, que acabará por reducir al inglés, la física y la religión sus disciplinas curri(culares). Lo demás no importará nada, así que cómo no iba a desaparecer la oratoria de las aulas. Viene de largo: desde mediados del siglo XIX. Todos hemos heredado, todos, las muletillas que ya no es capaz de capear la oratoria. Digamos con Virgilio que mens agitat molem. Lo que importa es el intelecto, algo de lo que ha dado muestras sobradas, y con ingenio, Ángel Gracia (uno de los meseros) y de cuyo valor no tengo por qué dudar en Daniel Gascón (otro de los meseros). No hay razones, Pepe (salvo las que esgrimes en el comentario consecuente), para aguijonear de esa manera; quizá tuviste el jueves un mal día; a todos nos pasa.
Otra cosa que creo es que O. (el tercer mesero) inficcionó de materia sus preguntas; que las sobrerrevistió de antropología, y lo que hace (o debe hacer) la esa clase de ficción al principio, al final y en medio del pasillo es sobrecoger, sobre todo, el ánimo, eso que escapa a toda descripción objetiva y que tiene por común y clasicón nombre ontologismo. Nos lo enseñó así el gótico, perseveró en ello el romanticismo, fumó la abuela con el modernismo y ahora no iba a ser de otra manera.
Una cuestión in-formal, transitoria, por otra parte, tan fútil, por lo demás, no puede desdecir el seductor contenido de la sangre chorreando por la paredes del couloir ni de la edad fugándose por el ojo de la cerradura.
Así lo abrochas por fin, Pepe, y eso te honra. Honrémonos todos, ¡mecagüen la leche!

pepe montero dijo...

Manolo, qué me vas a contar a mí de Ángel Gracia. Creo que tengo casi todos sus poemarios. Sus enjambres líricos han atravesado muchas colmenas y, le sobra técnica, sensibilidad y experiencia.
Como no podría ser de otra manera en un ángel tocado por la gracia.

Gracias por tu visita y amplio comentario.

Honrados abrazos.

child in time dijo...

eeeeeeeeeehhhh, creo que tienes un error, amigo Pepe, has escrito "daños y perjuicios", y eeeeeeeehhhhh, debería ser "daños y prejuicios" a mí juicio, ¿no? uuummmmm, no sé, es una opinión como otra...

Anónimo dijo...

Yo soy árbol,
tú eres árbol.
Ardemos juntos.

pepe montero dijo...

No se trata de prejuicios, child, o quizás sí, yo que sé. Es un puto escrito, que partiendo de unos putos carraspeos iba encaminado a tratar la presentación huyendo de los putos tópicos laudatorios, putamente insufribles, pero parece ser que lo han tomado como una putada, y no ha hecho puta gracia.

Un abrazo.

pepe montero dijo...

Yo, no soy árbol. Parece ser que soy el pirómano.

Anónimo dijo...

Leído el post, leídos todos los comentarios y consultado el libro de Erich Fromm, Teorías de la Personalidad, aporto un par de posibles diagnósticos sobre tu envenenado guiso: 1ª. Te hubiera encantado que el tal O, te incluyera en la terna de escritores. 2ª. Como no ha sido así, At the end of the corridor, es una especie de "ahí queda eso", o "toma mini relato de terror".

Dosificas muy bien la cicuta, pero la vomitas mejor.

Very fan of you dear.

La Bizca.

pepe montero dijo...

Eso no es psicología, Bizca, es brujería.

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