
La novela, Aire Nuestro, de Manuel Vilas, es lo mejor que he leído, y lo mejor que leeré jamás, Manuelito de mi alma, compañerito de Zetas, esa es mi conclusión contante y sonante, mira que es buena esa novela, qué momentos más grandes de lectura, qué maravilla, esa novela es un nuevo paradigma en la prosa contemporánea , es alucinante, es una nueva forma de contar, es la revolución definitiva. No me gusta hablar de libros, todo dios habla de libros. Yo los leo, y punto. Paso de jugar a ser crítico literario, me aburren todos esos blogs que desmenuzan el contenido de un libro y, Aire Nuestro no va a ser una excepción. No pienso decir nada acerca de lo mucho que encierra y destapa, de lo mucho que divierte y advierte, nada, el que quiera saber que lo compre si quiere asombrarse, enternecerse, descojonarse, regodearse, elevarse, liberarse, hechizarse, cautivarse, perfeccionarse, armonizarse, y desoxidarse. Manuel Vilas, ya era mi mito por la brillantez de sus parodias poéticas, por su humor socarrón, por su envidiable inteligencia, por su belleza física, por su uno ochenta y cinco de estatura, por su gran parecido con Derek, por su elegancia, sus abdominales, y por su pelo a lo David Bisbal, pero ahora, ¡la madre que lo parió!, me ha deslumbrado con su coco. Manuela Vilas es la Coco Chanel de las letras españolas, la que vaginiza un modo de decir, un modus de contar, una moda que impuso con Magia y Zeta, continuó con España y culmina con Aire Nuestro; una moda que no pasa de moda. El mismo corte, los mismos quiebros, las mismas paranoias, los mismos iconos y escenarios que por su reiteración deberían aburrir, pero ¡quiá!, de eso nada, te hace reflexionar, te hace tocarte los genitales, y te hace estar todo el rato, ja ja, ja ja, ja ja, y venga ja ja; una trilogía de ja jas en cada capítulo, una superación de los límites del ja ja hasta rozar el síncope. El tono de Vilas, el tono, ahí está el secreto, en el tono, en que ese tono es mucho tono.