jueves, 14 de mayo de 2009

Ven aquí, pies de emperaor.




Al examinar cuidadosamente sus pies, el ancho, el largo, y sobre todo la simetría esférica del empeine, lo hace a sabiendas de que no va a descubrir nada, aún así, saca de una caja una antigua radiografía que le hicieron en el último esguince. La mirada recorre por secciones el tarso, metatarso, falanges, músculos y tendones, es perfecto, son perfectos sus pies, ni un solo juanete, callo, u ojo de gallo, por algo una podóloga los comparó con los de El Cristo de la Pietá de Miguel Ángel, son pies renacentistas, son pies cinquecento, ellas los tocan como si fueran cítaras, y los chupan como bebes el pezón materno, déjame besarte los pies, son pies de ángel, pónmelos aquí, son de seda, musicales, luminosos, explosivos, y se los llevan al regazo, y les dan pequeños mordisquitos apasionados, si tuvieras la cara como los pies, el cuerpo tan bien formado como ellos. Sólo tiene que descalzarse para dejarlas boquiabiertas, colgadas de su magnetismo fetichista, y cuando se va; déjame calzarte, despedirme de ellos, pisa con cuidado, y le ponen cada calcetín con igual mimo y suavidad que emplearían con el pene al enfundarle un condón. No veo nada, se dice, un pie es un pie, el medio natural de transporte de cualquier mamífero, pies, patas, pezuñas, da igual; un mecanísmo de ultraprecisión que se mueve de forma autómata, para andar, correr, o aplastar cucarachas, pero que de su complejidad no se es consciente, no hay nada espiritual en los pies, da mucho placer cuando te los masajean, o introduces uno por debajo de la mesa, entre las piernas de una mujer irresistible situada enfrente, y te acepta el juego disimulando un estremecimiento, ¡oh, oh, oh, mientras los frota lentamente con la cara interna de sus muslos, eso sí resulta excitante, pero le frustra que el poco atractivo del resto de su cuerpo es como si no existiera, por alguna razón, la belleza, el talento, la destreza y la jovialidad, la madre naturaleza, esos cuatro dones, se los puso a ras de suelo, debajo del dobladillo del pantalón, pero allí, no está el yo, el yo, lo situamos en la boca, en los ojos y, hasta en las manos, la boca habla, los ojos hablan, las manos hablan, los pies, no, siempre estan escondidos, mudos, comprimidos, ignorados, no puede hacer nada, si pudiera se los trasplantaría en la cabeza, al lado de las orejas, como antenas, eso sí que sería una buena cosa, eso si que sería tener pies y cabeza.

5 comentarios:

Ana Márquez dijo...
Este comentario ha sido eliminado por el autor.
Ana Márquez dijo...

Ay, Pepe, pos yo me alegro de q mi cara no se parezca a mis pinreles :-S Ellos van por libre, por no hacer, ni obedecen la voz de mando. Al revés, me mandan ellos a mí a tomar por saco, y yo soy la silenciosa, la comprimida, la q tiene q obedecer sus siempre crueles designios... En fins, me alejo del victimismo no me vaya a hacer sangre. Un besazo fuerte desde Cai, genio.

Ana Márquez dijo...

Por cierto, el comentario eliminado es mío, q puse "designio" con toas las letras cambiás, como si las hubiera soplao un mal viento. Usté disimule.

pepe montero dijo...

Pero eso es, Ana, por los tacones de doce centímetros que estilizan la pierna y hacen llorar a los pies, que no son el espejo del alma, aunque reflejen las funciones y disfunciones del cuerpo.

A tus pies, hermosa.

U.B dijo...

Te veo movido, igual es que me he bebido más copazos de la cuenta...

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