Esa cazadora roja, tuneada con el nombre de nuestro grupo de resistencia a la auto complacencia:
La Casa de Zitas, expresa con claridad, que pretendemos movernos por arrebato.
Sagrario, arrebatada y, entregada a la causa que va a llenar parte de nuestras vidas, introduce su gozoso cuerpo en el interior de esa prenda incendiada, ocultando la cara, como corresponde a una diosa de incógnito.
La noche del domingo se bebía, oloroso, hasta el fondo de cada copa, hasta llegar a los posos; hasta las heces de una sangre ennegrecida, para
desclerotizarla, hasta la matriz polifónica de nuestro escepticismo para que quedara licuada, lista para impulsar el tiovivo del arrebato. Sin él, no hay nada. Nada gravita alrededor de nada, si no hay atracción: hablar hasta desgañitarse, creer, hasta que se hunda el cielo del hastío, explicar, explicar lo inexplicable desde el anverso exculpatorio del busto y el vientre de la complicidad.
Que no decaiga la complicidad, complicidad insepulta para todos. Lo demás, es carcoma
inmovilista; purulenta pasividad adiposa y acomodaticia.
Toco a arrebato ante lo impreciso, lo imperfecto, ante lo todavía inapreciable. Nos hemos alistado en un pequeño ejército de
autoliberación,
hipersensible a sus propias intuiciones, dispuestos a organizar conciertos de su propio desconcierto.
El roce, hace el cariño y crea conjeturas vaporosas, por ello, todos los domingos a las 7.30, en el Don Casto, hay disección de hipótesis, hay fricciones, especulaciones, divagaciones, reglas e intenciones. Estamos a punto de patentar un jabón que elimina la ranciedad, que
purga las ínfulas de trascendencia y limpia el pecado de la vanguardia.
Ninguno de nosotros hacemos números
circenses, pero sabemos donde está el truco del almendruco, del gigantismo
institucionalizado; sabemos pasar, de quedar prendidos o prendados en eventos empíricos,
aus-
piciados por el padre Ayuntamiento y, la madre Gobierno.
Un sexto o séptimo sentido, nos guía. En más de un lugar, hay polvorines de inteligencia, de sencillez y de ilusión. Se trata de estar con las antorchas encendidas y cuando comprendamos estar a la distancia exacta, prender hasta desflorar el himen del arrebato.
De momento, la más arrebatada, es la que viste esa cazadora roja, la más desflorada, desahogada, chiflada, ilusionada, trabajadora y, deliciosamente arropada por su revuelta grafitera.
6 comentarios:
Cuento los días para conocer a los doce de las Zitas, será una tarde de blog convertida en reto para quien esto escribe, como encerrarse con seis Vitorinos.
Salu2 Córneos.
jo Pepe !que bien hablas!
Esther
en los recodos donde habitas puede caber la luz amigo...hace días que no veo tu cara de zorro regateando rones con hielo...un abrazo
Hola pepe, te entiendo y me gusta tu comentario, es carnal y visceral. Como tu eres y a la vez es prudente que es algo muy inteligente por tu parte.
Un saludo
Pues bueno, ninguna sorpresa al verme en tu blog, que así eres de tormenta y calma chicha.
A Javier López Clemente decirle que el día 14 de marzo nos tendrá junto a él, a ser posible a los 12, así que vaya sacando estoque y capa.
La puntilla la ponemos nosotros.
S. Manrique.
"Estamos a punto de patentar un jabón que elimina la ranciedad, que purga las ínfulas de trascendencia y limpia el pecado de la vanguardia." Genial, Pepe...
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