Que llevo muchos días sin cambiar de post y ya está bien.
Voy a hablar de pintura, de pintura negra, de pintura negra aplicada a las puertas blancas de un balcón, del balcón de un tercer piso, de un tercer piso sin ascensor, donde está nuestra Casa de Zitas. Ese balcón es un acantilado mudo desde el que se pueden ver los rompientes, los rompientes son perros, allá abajo, perros y perros que rompen sus meadas contra las esquinas, meadas bucólicas cuando el atardecer entorna sus pupilas con delicadeza.
Ahora el hermano balcón está contento, oye voces y, las paralelas de metal son como un poema de Whitman, porque ya hay gente que se asoma por sus viejos barrotes de hierro fundido, dentro hay gente, gente que canturrea, y ríe, gente que pinta y canta.
"Voces prohibidas me recorren,
voces de sexo y lujuria,
veladas voces cuyo velo aparto,
voces indecentes por mí purificadas
y transfiguradas."
Yo, mientras, le doy al rodillo sobre el viejo gotelé y lo convierto en lágrimas negras del El Cigala como si Antonio Machín desde el más allá me ordenara recomponer otra versión de Angelitos Negros.
Unos pintan de blanco monástico, de rosa empollón,
de gris escalinata, y de rojo putón.
Yo, pinto de negro, de negro zumbón,
de negro azabache, de negro terror,
de negro de viuda, de negro chillón.
Voy a copiar una pared que he visto en El Cultural, - sobre un fondo negro, arden mensajes rojos-, es un montaje de Tsang Kin Wash que me impresiona. Se me está ocurriendo hacer una barraca de feria en una de las habitaciones, poner palabras que no nos gusten y derribarlas a perdigonazo limpio, hay muchas palabras que odio, por ejemplo, "ideal", o "completamente", o frases cortas como "qué fuerte", o qué pasada". ¿Se imaginan a alguien decir: "que fuerte, eso es completamente ideal, qué pasada? ". Pues hay mucha gente que lo dice, ¡que fuerte!. También se me está ocurriendo hacer tortillas, la tortilla Z, la teletortilla; convocaremos zitas para oír a alguien disertar acerca de algo, pero a los asistentes les daremos tortilla, y podrán disparar perdigones sobre palabras asquerosas. El caso es que estoy empleando un bote de pintura negra comprado en un chino, que no es Titanlux, ni Valentine, ni ninguna marca conocida. Queda un negro, mate caldoso, un barrizal pantanoso que no termina de secar, es como un maquillaje de teatro. En los años 60, como había pocos negros en España, los actores se pintaban la piel, el rey Baltasar se pintaba la piel. Ahora ya no hace falta, tenemos conciudadanos africanos con una gama de negros infinita. Tampoco me gusta la palabra "infinito", a la barraca con ella. En otra habitación pondremos un gabinete de tatuaje, el tatoo room. Sí, tenemos que financiarnos como sea. Y tatuaremos poemas de Luis Antonio de Villena como éste:
"Que la emoción arda en el discurso,
y la llama remede el deseo de un cuerpo.
Poseer un espíritu de fuego. Y amar
la rosa por el dios que contiene"
"Amar la rosa por el dios que contiene", qué fuerte, qué pasada, qué ideal.
Cine en fotos: Jean-Luc Godard
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«Hacer una película es algo extraordinario: estás con gente durante tres
meses; ahí está todo el atractivo de la novedad; no trabajas y te pagan. No
eres t...
Hace 10 horas